lunes, 11 de junio de 2012

Salió la placenta ¿Qué hacer con ella? ¿Comerla? ¿Envasarla? ¿Plantarla?


Después de un parto la expulsión de la placenta es vivida por la parturienta como “un mimito” después de tan laborioso trabajo a lo que sumado que salio de ella alimento dentro a su hijo los seis últimos meses de embarazo le da “no se que” tirarla, comerla, envasarla, plantarla y otras maneras quizás de guardarla y/o reincorporarla.
La mayoría de los mamíferos come su placenta después del parto.
Es el único órgano que se desarrolla en la edad adulta
La placenta crece en el interior del útero materno, sirve como medio para intercambiar nutrientes entre la madre y el feto, y es expulsada del cuerpo de la madre después del nacimiento de su hijo. Es el único órgano que se desarrolla en la edad adulta, y a la vez el único que tiene un período limitado y definido de existencia, diferente a la longevidad del resto del organismo. “En la placenta está presente una hormona llamada lactógeno placentaria, que
o Estimula la formación de leche maternal.
o Contiene hierro y varias vitaminas, como la vitamina K que tiene una actividad principalmente antihemorrágica
o Contiene hormonas destinadas posiblemente a compensar el gran déficit hormonal que se produce en el organismo materno tras el parto, el cual se ha relacionado con el posible origen de las depresiones post-parto.
Explica el doctor Sergio Sanchez Suarez, de las Islas Canarias y autor de artículo “Placenta Humana: Sabiduría genética, instinto inteligente” publicado en la revista de divulgación científica Gen-t .
Hace algunas semanas, una joven protagonista de una serie de televisión en USA apareció en la tapa de la revista People recomendando a todas las mujeres embarazadas que, después de tener a sus hijos, comieran su placenta, hubo reacciones de todo tipo.
El tema pasó a ser de una curiosidad exclusiva de excéntricos y promotores del regreso a la vida natural. Sin embargo, tras el ruido de los primeros momentos, lo que quedó –más que una tendencia– son dos preguntas que se escuchan cada vez con mayor frecuencia. A saber: ¿Qué vas a hacer con la placenta después del parto? y ¿La comerías? ¿O la encapsularías? La realidad es que aunque hay quienes comen la placenta como si fuera carne (con gusto a carne de vaca pero la viscosidad de un músculo, según cuentan), esta creciendo el consumo de la placenta encapsulada. Esto es: la placenta cocinada y procesada de modo de convertirla en un polvo que se pueda meter en pequeñas cápsulas que se consumen como un remedio, a razón de dos o más por día.
Con este sistema, a partir de una placenta promedio se pueden producir unas 100 cápsulas. Los que ofrecen el servicio de encapsulamiento lo hacen, en general, en el domicilio de la parturienta, no más de 48 horas después de producido el parto y por un costo cercano a los 250 dólares. Este negocio ha tenido un crecimiento significativo en el último año y ya existen en EE.UU. y el mundo varias organizaciones que capacitan y reúnen a los diferentes proveedores.
Hasta finales de siglo XIX todavía era posible comprar polvo de placenta en las farmacias. Pero ¿quién querría hoy consumir la placenta de otro o la de un animal? De la mano del temor a contagios y cierta repulsión a comer algo humano, la placenta perdió su importancia con el desarrollo de la farmacología moderna.
Comer o consumir de algún modo la placenta es una práctica que se basa en recomendaciones de la medicina tradicional china y desde los años 90 se está difundiendo entre quienes apoyan un parto sin intervención y otro tipo de prácticas “orgánicas” o tradicionalistas en general.
Existen muchas páginas en Internet que divulgan la práctica y numerosos artículos que sostienen que en el norte de California y en el Reino Unido se realizan “placenta’s parties” donde la madre o quién ella designe prepara una comida a partir de la placenta.

¿Para qué comerla?

Quienes promueven esta práctica sostienen que su ingesta es buena para evitar la depresión posparto y otras problemas comunes del puerperio. Aunque por ahora no hay evidencia científica al respecto, su recomendación se basa en la experiencia trasmitida de quienes la han consumido.
En Indonesia, la placenta es considerada un mellizo del bebé o su hermano mayor. Muchas culturas siguen rituales específicos a fin de honrar a sus hijos y al papel que juega la placenta en el parto En Indonesia, la placenta es considerada un mellizo del bebé o su hermano mayor, y por ello que debe ser tratada con mucho cuidado y sepultada siguiendo tradiciones específicas. Allí es responsabilidad del padre limpiar, envolver, y enterrar la placenta el día del parto. Según las creencias chinas la placenta es una fuerza dadora de vida, que debe ser secada después del parto y agregada a algunas recetas para incrementar la energía y la vitalidad de la persona que la consume. En ciertas naciones africanas, la placenta es envuelta y enterrada debajo de un árbol que simboliza la vida en curso del recién nacido. Los indios araucanos de Chile y Argentina, que siempre le atribuyeron poderes mágicos, dicen –por ejemplo– que arrojada en un campo de cultivo lo torna estéril. Por eso, cuando encuentran un animal parturiento esperan que expulse la placenta para enterrarla profundamente y evitar que algún enemigo la utilice para convertir su campo en un terreno baldío. Además, entre los mapuches era común que la partera “leyera la placenta” después del parto, para dar conocer el destino del niño y evitarle sufrimientos en la vida. Ellos también consideraban que la placenta tiene pertenencia, pues lleva el espíritu de la madre y del niño, y debe tener una buena disposición final (por ejemplo ser enterrada debajo de un árbol nativo o frutal) para que le dé protección y fortaleza física al niño. Cardenal, corresponsal religioso durante la rebelión guatemalteca observo que las comadronas parteras enterraban las placentas para que “madre e hijo pudieras alejarse y ser”.

En Argentina

Empieza a haber una tendencia en lo que tiene ver con llevarse la placenta a casa después de parir y enterrarla –por ejemplo– junto a un árbol. De hecho, las parteras promueven este tipo de prácticas como revalorización de la placenta. “Había escuchado lo de comer la placenta pero a mi no me dio, creo que la cultura nos lleva por otros lados, a darle un sentido más espiritual“, cuenta dice Cecilia R., que tuvo sus hija y –tras conversar con sus parteras– decidió llevarse la placenta a casa. “Yo guardé la placenta con la intención de enterrarla en el jardín de casa, en una ceremonia íntima, como símbolo de agradecimiento a ese órgano que permitió la vida en la panza de mi hija, y que como órgano, muere después del parto”, concluye.
Virginia plantó la placenta de su hija Jazmín, adivinen en que ejemplar vegetal fue???
Desde SALVADOR SALAS (especial para Cukmi Martes 1 mayo 2012) R.L.N.
Con mis aportes de experiencia clínica de medio siglo
Dr. Jorge W. Diaz Walker



Placentas, placentas….


La pregunta es: por qué tarde tanto en alumbrarlas? Mi primer placenta vió la luz a las 5 hs, la segunda a las 7 hs. Todavía no encuentro el motivo: Cansancio? Forma? Grosor? Canal de parto cerrado? No querer soltar algo? No querer que termine? Miedo?

Mis dos partos fueron hermosos, intensos, renacimientos. Los dos en casa, junto a mi marido y una partera. El primero tuvo un trabajo de parto de 19 hs, fue vulvar, sin intervenciones ni desgarros siquiera.
Al momento del nacimiento propiamente dicho estuvo presente toda mi familia: madre, hermano, tía y marido por supuesto. Pienso que eso me pudo haber inhibido a alumbrar rápidamente. Mi bebé mamó un rato largo hasta quedarse dormido. No había mamada, tampoco contracciones ni ganas de pujar.
Hice mucho pis, que en el trabajo de parto no había hecho. Me di un largo baño de inmersión, calentito, tranquila. Intenté pujar y nada. Sentía frustración, estaba desorientada, sin saber de porqués, ni saber qué hacer. Esperaba los tiempos de la naturaleza pero el alumbramiento no llegaba.

Creo que el peligro de traslado a una institución médica funcionó como ultimátum. No iba a pasar por una internación, manoseos y rutinas innecesarias hacia mí y mi bebé; lo que había estado evitando estaba a punto de ocurrir. Además tendría que abandonar mi cueva, mi intimidad. Sin ganas de pujo y ya cansada saqué fuerzas de donde pude, y ayudada por la partera que tiró levemente del cordón, expulsé la placenta a las 5 hs de que mi bebé naciera. Tenía forma de gorro frijio, gruesa y chata como un bife, y con el cordón el medio. La almacené en el freezer, sin darle demasiada importancia, ni pensar en porqués ni cuandos.

Comenzaría un puerperio difícil. Que alguien dependa de mí un 100 % era demasiado, estaba superada.
Poco descanso, muuuuuuuuuucha teta, llanto, pis y caca a toda hora, brazos y teta y brazos y teta. Me adentré en el mundo mamá. Bañarse como único arreglo personal, tetas muy lastimadas, mi bebéz que salía a la luz a través de mi hijo. Y ahora a hacerse cargo, no se podía cerrar los ojos ni el corazón.

A los 15 días de nacido mi bebé, por sugerencia de la partera, decidimos enterrar la placenta en una maceta, para que diera vida a un árbol, un pino. La idea era que plantarla me ayude a seguir adelante, a resurgir. Al poco tiempo se secaría. Intenté plantar nuevamente en la misma tierra y al poco tiempo tendría el mismo destino. Visto estaba que no podía hacerme cargo de otro ser vivo. Y además nada estaba superado todavía, y menos resuelto.

Con mi segunda placenta la historia sería distinta. Y no tanto. El segundo parto tuvo un trabajo mucho más corto, 6 hs solamente, pero intenso y avasallador. Contracciones que se sentían continuas, sin principio ni fin, y menos con descanso entre ellas. Mi segundo hijo también nació fisiológicamente, naturalmente, en su casa, rodeado solo de mamá y papá esta vez. Su hermano dormía en la habitación de al lado al cuidado de su abuela. Fue más íntimo, sin miedos primerizos, sabiendo de qué se trataba. Muy cálido, tierno, con teta también al primer momento, y teniendo muy presente el alumbramiento, pensando que esta vez podía expulsarla más rápido. Pero visitas familiares inesperadas por nosotros me sacaron de foco otra vez. A diferencia del parto anterior, las contracciones siguieron, el bebé no se durmió enseguida y siguió mamando. Tuve ganas de pujar y así lo hice, pero la placenta no salía. Hubo un sangrado minutos después de parir y, al revisar, la partera advirtió que la placenta se había desprendido.

Cortamos el cordón después de 2 hs de nacido mi hijo. Su hermano ya lo había conocido y me quise concentrar nuevamente en la placenta. Mis expectativas aumentaban, bajaba ese estado de alegría y felicidad primaria por haber conocido a mi hijo, y aumentaba la preocupación de que volviera a atrasarse como en el parto anterior. Busqué nuevamente qué no quería dejar salir, qué no podía finalizar todavía, qué tenía pendiente, pero nada salía a la superficie. Intentamos con un baño para relajar y descansar, el bebé ya se había dormido. Pujé algunas veces sin sensación de pujo, en 4 patas, parada, en cuclillas, y nada. Sentía dolores vaginales y ya no resistía que la partera me tacte. Tuve irresistibles ganas de dormir y así lo hice durante 2 hs aproximadamente.

Al despertar la preocupación aumentó y mis ganas de que todo acabe también. Fui al baño, me tacté, y sentí que realmente la placenta estaba allí. Otra vez el traslado a la institución sonó amenazante. Parí a mi hijo en cuclillas, mirando toda su salida por un espejo. El espejo ayudó mucho cuando me sentí sin fuerzas, exhausta, y ver el progreso de su cabecita asomando fue alentador. Entonces me senté frente al espejo en la sillita de parto, pujé, y ayudada por la partera que sostuvo el cordón y sujetó con 2 dedos desde el sacro, alumbré la placenta a las 7 hs de haber parido. Ahí rompí en llanto como nunca en mis 2 partos, y le agradecí por nutrir a mi bebé durante 9 meses. Alegría por la misión cumplida, alivio y paz. Tenía forma de guante de beisbol e hicimos con ella una impresión en papel.

Pensar en el miedo como motivo puede tener sentido: durante el último tiempo de mi embarazo pensaba mucho en lo difícil que sería hacerme cargo de 2 niños juntos, con sus demandas, todo el día. Al rato de haber alumbrado estaba comiendo una fresca ensalada de frutas y pedacitos de placenta, bien animal. Otro de mis miedos/expectativas: el puerperio. Entonces la idea era que comer placenta me ayudaría a la recuperación física, a la bajada de la leche, a afrontar mejor los cambios hormonales. Durante 15 días comí placenta 2 veces por día y mi relación con ella fue otra. Comencé a valorarla, a reconocer su importancia y su función, a quererla en una palabra.

Con el resto del órgano hice una tintura madre, que todavía espera ser colada para usarla. La realicé con 1 parte de placenta y 9 partes de alcohol, vodka en este caso. Y todavía tengo ganas de plantar un resto que tengo freezado, pero estoy esperando el momento adecuado, pensando bien a qué planta o árbol nutrirá.

3 comentarios:

  1. Que lindo que compartas tu experiencia. Yo estoy por tener a mi primer bebe y estoy un poco ansiosa.. Te quería preguntar como se debe preparar una tintura madre con la placenta. Me encantaría poder hacerla, pero no encuentro la informacion que necesito. Bueno desde ya muchas muchas gracias, sobre todo por compartir con todos esos momentos íntimos, que nos sirven como guia y apoyo :)

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  2. hola yo tambien quisiera saber cual es la receta de la tintura de placenta cuanto tiempo se deja macerar???
    por favor falta poco para el nacimiento que tambien sera en la casa con seres queridos te agradeceria mucho tu respuesta.

    Carla

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  3. Aqui tienen cómo preparar la tintura de placenta, un abrazo http://www.placentera.com/1/post/2012/12/tintura-de-placenta-cmo-prepararla.html

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